“Juventud, divino tesoro” dicen los que llevan más tiempo siendo adultos cuando escuchan a un joven quejarse por problemas que parecen no serlo. Descubrir tu sexualidad, enamorarte, pelear con tu mejor amigo, y mandar a tu madre al hospital mientras todo a tu paso se convierte en llamas. ‘Todos los incendios’ es la oportunidad hecha película para recordarnos que la adolescencia a principios de los dosmiles era de todo menos fácil.

Esta es la historia de Bruno, un joven que existe en una Ciudad de México ambientada en el 2008, cuando aún se llamaba Distrito Federal. Pasa los días chateando en la computadora, o saliendo en bicicleta con su mejor amigo, Ian. Solo o en compañía, lo único que realmente le apasiona es quemar cosas y subir los videos a internet para compartirlos con Daniela, una chica de Durango a la que no conoce, pero con la que se mensajea todo el tiempo y que le parece de lo más interesante pues ambos comparten tendencias piromaniacas.

La madre de nuestro protagonista decide formalizar una nueva relación ahora que han pasado unos años del fallecimiento de su esposo, Bruno elige este momento para huir de casa, en medio de una fiesta de cumpleaños, y refugiarse con Ian, quien toma la oportunidad para expresarle sus sentimientos y preferencias sexuales. Vuelve a escapar y su viaje lo lleva a Durango, donde finalmente conocerá a Daniela, su ligue de internet, y a su familia, que lo recibe con una confianza cuando menos sospechosa.

La película transcurre con un sentimiento de fondo muy propio de la adolescencia, el mundo está incendiándose poco a poco ante la mirada indiferente de un protagonista que todo el tiempo está empujando para que algo pase, para que algo se encienda, y cuando finalmente sucede resulta que nada es lo que parece. El amor de Daniela, por quien viajó sin invitación hasta Durango, no lo va a salvar; la relación con su mejor amigo está a punto de irse por la borda; y su madre termina en el hospital debido al estrés de varios días sin saber a ciencia cierta cómo y con quién se encuentra su hijo.

Esta es nada menos que la ópera prima del Director Mauricio Calderón Rico, un largometraje que presentó como trabajo de tesis para la Maestría en Guión, y al que le antecede una carrera de al menos diez años en la creación de cortometrajes ganadores en festivales nacionales e internacionales, como Arma Blanca (2013), y El cuervo y el venado (2021).

La fotografía, elección de locaciones y la profundidad de los personajes, nos hablan de una visión trabajada, un proyecto bien cuidado que te engancha y te obliga a identificarte al tocar lugares comunes como los problemas en casa, peleas con los amigos y el primer amor. 

A destacar el trabajo de ambientación, el impecable uso de la tecnología, y el compromiso con el guión para retratar tan fielmente las formas de comunicación de esa primera década de los dosmil, cuando la economía de las palabras nos obligó a escribir “k” en lugar de “qué” para ahorrar caracteres -y dinero-.

Aunque la principal línea de la historia tenga que ver casi desde el principio con los distintos tipos de afecto que hay entre los personajes, y el despertar sexual encaminado al descubrimiento del mundo LGBT+ en una etapa tan importante, la película arroja luz -y fuego- sobre aspectos de la vida y el hogar que aún hoy no deberían pasar inadvertidos, como el cuidado de la salud mental y el mantener una comunicación fluida entre los integrantes de la familia -hay varios momentos que te hacen temer el estar viendo una película sobre trata de personas-.

‘Todos los incendios’ podría no ser una película para todxs, pero sí para muchxs, un proyecto que disfrutas en pantalla, que te lleva a reconectar contigo, y cuyo mensaje te invita a retomar el diálogo y el amor como puente para llevar un viaje personal a buen término.

Un título recomendadísimo para ver durante el mes del orgullo LGBT+.

Cinencuadre